jueves, noviembre 10, 2005

¿Se dirige Iran hacia un enfrentamiento con Estados Unidos?

ARI Nº 85/2005 (Traducción del inglés) -- Análisis
Soeren Kern ( 26/7/2005 )

Tema: Con la elección del alcalde fundamentalista de Teherán como nuevo presidente de Irán, el establishment clerical de línea dura ha consolidado su poder en todas las ramas del Gobierno iraní, lo que mermará las posibilidades de reconciliación entre Irán y Estados Unidos.

Resumen: La elección de Mahmud Ahmadineyad como nuevo presidente de Irán centraliza el control de la política exterior en manos del ayatolá Ali Jamenei, el líder supremo ultraconservador no electo del país. Cuando los religiosos de línea dura reemplacen a los reformistas que habían intentado fomentar el diálogo con Occidente, se hará más difícil cualquier posibilidad de mitigar los más de 25 años de antagonismo entre Teherán y Washington. La Casa Blanca, anticipándose a las tensiones que están a la vista, ha puesto en duda la legitimidad del recién elegido presidente, cuya campaña se ha basado en el compromiso de convertir a Irán en un Estado nuclear. En efecto, el resultado de las elecciones consolidará la influencia de los halcones de la Administración Bush, que argumentan que no se puede depositar ninguna confianza en Irán, salvo que cese por completo su programa de enriquecimiento de uranio. Por consiguiente, la Casa Blanca estará bajo presión para formular una política coherente con respecto a Irán, que abandone el actual enfoque de aceptar el statu quo y articule un plan de acción alternativo en el caso de que la diplomacia europea no consiga atemperar las ambiciones iraníes. En cualquier caso, es posible que el endurecimiento de posiciones por parte de todas las partes implicadas desencadene un ciclo de acción-reacción que podría derivar potencialmente en un peligroso conflicto en una región que destaca por su importancia geoestratégica.

Análisis

El verdadero poder en Teherán
La arrolladora victoria el pasado 24 de junio de Mahmud Ahmadineyad en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales iraníes significa que el verdadero poder en Irán ha pasado indiscutiblemente a manos de su clero fundamentalista chií, dirigido por el ayatolá Ali Jamenei, el líder religioso supremo. La victoria electoral de Ahmadineyad sobre el ex presidente Ali Akbar Hashemi Rafsanjani, al frente del Gobierno durante dos mandatos consecutivos, elimina al más potente de los rivales políticos de Jamenei, dejando al omnipotente líder supremo al mando de todas y cada una de las principales instituciones gubernamentales. Se trata de la mayor centralización de poder desde que la revolución de 1979 puso fin a la monarquía respaldada por EEUU.

La estructura del poder político de Irán se compone de un Gobierno electo, supervisado por un régimen clerical no electo. Durante los últimos ocho años, el presidente reformista Mohamed Jatamí y su Gobierno intentaron democratizar gradualmente el sistema con el propósito de restringir el poder de los clérigos designados. Sin embargo, Jamenei consiguió bloquear sistemática y hábilmente a los reformistas, invalidando la legislación e investigando a los candidatos para asegurarse de que fueran leales al sistema. Los reformistas sufrieron su primera derrota significativa durante las elecciones municipales de febrero de 2003 en Teherán, donde una baja participación dio el control del ayuntamiento y el cargo de alcalde a los conservadores. Los reformistas padecieron otro revés durante las elecciones legislativas de febrero de 2004, cuando casi 2.000 de sus candidatos fueron descalificados y los conservadores lograron el control del Parlamento.

La elección de Ahmadineyad como presidente significa que los reformistas han perdido su último punto de apoyo en el poder. Ahora, Jamenei y sus partidarios teocráticos no electos controlan la Presidencia, el Poder Judicial y el Parlamento, así como la policía secreta y militar. Los principales aliados de Ahmadineyad son el hijo de Jamenei, Mojtaba, y el ayatolá Ahmad Yanati, secretario general del poderoso Consejo de Guardianes de la Revolución, integrado por 12 miembros, al que se le ha encomendado la misión de asegurarse de que sólo candidatos verdaderamente islámicos se presentan a las elecciones. Y puesto que Ahmadineyad es neófito en política exterior, la suya no será una presidencia de carácter independiente, por lo que Jamenei podrá fortalecer aún más su ya férreo dominio de las negociaciones en torno al programa nuclear iraní.

Ahmadineyad, el primer presidente no clerical de Irán en 25 años, lleva tiempo trabajando con algunas de las instituciones más conservadoras del país. Es uno de los fundadores del grupo de estudiantes que en 1979 protagonizó el asalto a la embajada de EEUU en Teherán (el 30 de junio, la Casa Blanca anunció que investigaría las alegaciones presentadas por cinco ex rehenes que aseguraban que Ahmadineyad fue uno de los cabecillas de dicha crisis) y sirvió en los Guardianes de la Revolución, el poderoso servicio de seguridad que se encarga de la aplicación diaria de los códigos y la moralidad islámicos establecidos por el Gobierno. Como alcalde de Teherán, restringió muchas de las reformas impulsadas por los moderados y sustituyó la mayoría de los alcaldes de distrito considerados favorables a la reforma. Mientras tanto, según un reportaje publicado el 2 de julio en el diario austriaco Der Standard las autoridades de dicho país están investigando pruebas que sugieren que Ahmadineyad desempeñó un destacado papel en los asesinatos, perpetrados en 1989 en Viena, de un líder kurdo iraní exiliado y de otros dos políticos kurdos de la oposición.

La elección de Ahmadineyad complicará las relaciones de Irán con Occidente. Rafsanjani, clérigo chií y pragmático estadista, intentó hacer un llamamiento a los votantes socialmente moderados y de pensamiento reformista. Si bien desde 1979 se ha forjado la fama de conservador, muchos analistas pensaron que habría dado prioridad a una mejora de las relaciones con EEUU (se cree que fue él quien dirigió el intercambio de armas por rehenes de 1985 y 1986, en el que la Administración Reagan, sirviéndose de una línea de abastecimiento dirigida por Israel, suministró a Irán armas fabricadas en EEUU a cambio de que Teherán ayudara a liberar a americanos retenidos como rehenes en el Líbano). Sin embargo, para muchos iraníes de clase obrera, Rafsanjani, un multimillonario magnate de los negocios, representaba el paradigma de la corrupción que ha imperado en Irán durante los ocho años de Jatamí en el poder.

Por el contrario, Ahmadineyad, considerado por muchos como un piadoso héroe de clase obrera, arrasó y se hizo con el poder prometiendo restablecer los ideales de la Revolución Islámica. Consiguió explotar el resentimiento generalizado ante las diferencias cada vez mayores entre ricos y pobres, y ganó las elecciones con un programa económico populista que clamaba contra la corrupción y prometía aumentar los salarios y las pensiones al tiempo que bajaba los precios; sus partidarios en los suburbios del sur de Teherán lo llaman el “Robin Hood islámico”. En concreto, ha afirmado que la industria petrolera del país, que representa el 80% de los ingresos por exportación, está al servicio de las mafias y debe ser más transparente. Con todo, sigue sin estar claro si podrá encontrar una sólida solución estratégica a los males económicos de su país mientras las sanciones económicas americanas contra Irán sigan vigentes.

No obstante, Ahmadineyad, jugando la carta nacionalista iraní, ha afirmado que unas mejores relaciones con EEUU no constituyen una prioridad para él. Irán “no necesita de forma significativa a Estados Unidos”, observó. En efecto, Ahmadineyad adoptará, casi con toda seguridad, un enfoque de mayor confrontación en una serie de cuestiones que conforman la base de la política exterior de EEUU, incluyendo Afganistán, Irak e Israel. Los israelíes, por ejemplo, prevén que renueve el declarado apoyo a la causa palestina contra Israel, y que incremente la ayuda financiera y militar a Hezbolá y a otros grupos del Líbano y Siria, puesto que cualquier reconciliación palestino-israelí aumentaría el aislamiento de Irán en la región. En cualquier caso, las relaciones con EEUU se deteriorarán en mayor medida si Ahmadineyad desafía los intereses americanos en el Golfo Pérsico, la fuente de aproximadamente una cuarta parte del suministro de petróleo estadounidense.

Los neoconservadores americanos frente a los neoconservadores iraníes
La victoria sorpresa de Ahmadineyad tendrá importantes repercusiones en la política exterior de EEUU (véase Soeren Kern, ¿Bombardeará Estados Unidos a Irán?, ARI, 28/I/2005). Así, por ejemplo, es casi seguro que unirá a miembros de la Administración Bush en torno a una política más radical con respecto a Teherán. Los halcones de la Casa Blanca que pretendían aislar a Irán –incluyendo al vicepresidente, Dick Cheney, y al secretario de Defensa, Donald Rumsfeld– parecían haber perdido terreno frente a los que aspiraban alcanzar algún tipo de acuerdo cuando, en febrero de 2005, el presidente de EEUU, George W. Bush, aceptó respaldar una tentativa de la Unión Europea, consistente en negociar un acuerdo por el que Irán renunciaría a su plan de enriquecimiento de uranio a cambio de incentivos económicos y de seguridad. Pero la Casa Blanca sigue teniendo dudas sobre si el enfoque europeo funcionará, considerándolo, fundamentalmente, como una forma de mantener unida a una coalición que podría aplicar medidas más severas si las negociaciones fracasan.

En efecto, algunos neoconservadores norteamericanos esperaban, extraoficialmente, un resultado electoral en Irán que aclarara en cierta medida la política de EEUU hacia Teherán, que hasta ahora, tanto los republicanos como los demócratas han tildado, en el mejor de los casos, de incoherente. Así, por ejemplo, el influyente American Enterprise Institute (AEI) publicó un ensayo titulado Not Our Man in Iran, que presentaba a Rafsanjani como un hábil estratega que intentaría manipular a los europeos y abrir una brecha entre la Unión Europea y EEUU con el propósito de aislar diplomáticamente a Washington. Por el contrario, la victoria de Ahmadineyad, que ha hecho un llamamiento parta que Irán a avance a toda velocidad con una “tecnología nuclear pacífica”, respalda el argumento neoconservador de que no se puede confiar en Irán y de que ha fracasado incluso la posibilidad de un acuerdo indirecto con Teherán.

En cualquier caso, el ala dura estadounidense estará en auge si la Casa Blanca determina que el nuevo presidente iraní estuvo personalmente implicado en la toma de rehenes de la Embajada de EEUU en 1979. El 19 de mayo, durante una audiencia ante el Comité de Relaciones Internacionales del Senado de EEUU, en su declaración de apertura, Nicholas Burns, subsecretario de Estado, recordó que EEUU todavía conserva “las imágenes de los rehenes en nuestra Embajada profundamente grabadas en la conciencia colectiva”. Burns también observó que: “Estados Unidos considera que el futuro de Irán debería ser democrático y pluralista”. Por el contrario, el presidente electo Ahmadineyad afirmó: “No hicimos una revolución para tener una democracia”.

Como señal del endurecimiento gradual de Washington hacia Teherán, dirigentes clave de la Administración Bush han realizado virulentas declaraciones sobre Irán. En junio, el subdirector del Consejo Nacional de Seguridad de Estados Unidos, Stephen J. Hadley, dijo al New York Times que “Irán es el principal país patrocinador del terrorismo”, añadiendo que “la política iraní consiste en eliminar a Israel”. El 26 de junio, Rumsfeld tildó el voto iraní de “simulacro de elecciones”, porque el Consejo de Guardianes de Irán había descalificado a más de 1.000 candidatos, incluyendo a todas las mujeres que deseaban presentarse a las mismas. Por su parte, la secretaria de Estado Condoleezza Rice observó: “Me resulta difícil imaginar de qué modo estas elecciones podrán contribuir al sentimiento de que el Gobierno iraní es legítimo”. Durante una reunión en la Casa Blanca con el canciller alemán Gerhard Schroeder, celebrada el 27 de junio, Bush afirmó que “un proceso que permita a Irán desarrollar armas nucleares es inaceptable”.

La Casa Blanca no es la única en adoptar una postura más radical con respecto a Irán. En el Congreso estadounidense está aumentando el apoyo a un “cambio de régimen” en Irán. La propuesta del Iran Freedom and Support Act insta a la Administración Bush a promover alianzas con grupos de la oposición. La iniciativa está siendo estrechamente coordinada con la Coalición por la Democracia en Irán (CDI), un grupo de presión creado por neoconservadores que tiene por objeto sentar las bases de la agenda de política exterior estadounidense con respecto a Irán. La CDI mantiene fuertes vínculos con Reza Pahlevi, hijo del derrocado Shah y actualmente en el exilio. El proyecto de ley también financiaría programas de radio independientes en Irán, similares a Radio Farda, una emisora financiada por EEUU que funciona 24 horas al día y que va dirigida fundamentalmente a iraníes menores de 30 años.

Mientras tanto, en una audiencia de la Comisión de Helsinki ante el Congreso de Estados Unidos celebrada el 9 de junio, un grupo de expertos instó a realizar un esfuerzo transatlántico para promover el cambio democrático en Irán, argumentando que la existencia de una democracia facilitaría considerablemente la contención de las ambiciones nucleares de Teherán. La Comisión anunció que se ha añadido una enmienda a un proyecto de ley de autorización del Departamento de Estado norteamericano que proporcionaría 110 millones de dólares para financiar el Advanced Democracy Act, cuyo objetivo es promover la democracia en varios países, incluyendo Irán.

En efecto, cada vez hay más analistas que consideran que la única solución a largo plazo para resolver el problema de la proliferación nuclear consiste en fomentar un cambio democrático en Irán. En un ensayo titulado US Foreign Policy and the Future Democracy in Iran, publicado en la edición de Verano 2005 de The Washington Quarterly, se argumenta que “la clave para resolver el problema nuclear iraní radica en el destino del movimiento democrático del país”, y que el régimen iraní quiere contar con una bomba nuclear “por la misma razón por la que lo hace todo: su empeño monomaníaco de autopreservación”. Un artículo titulado Defusing Iran’s Bomb, publicado en la edición de junio/julio de 2005 de Policy Review, plantea la siguiente cuestión: “¿Qué más deberían hacer EEUU y sus amigos? En última instancia, sólo la creación de un autogobierno moderado en Irak, Irán y otros Estados de la región traerá una paz duradera y la no-proliferación”.

Algunos halcones estadounidenses, incluyendo a Rumsfeld, consideran que la convergencia de políticos de línea dura en Irán tiene su parte positiva, dado que, en su opinión, ello hará aumentar las probabilidades de que el régimen islámico se derrumbe mediante el descontento popular. Apuntan a una población iraní de rápido crecimiento, compuesta por 70 millones de habitantes, el 65% de los cuales tiene menos de 25 años de edad, y que empezaron a alimentar expectativas de cambio ocho años atrás, cuando Jatamí se convirtió en presidente. Ahora, mediante la supresión de los reformistas, puede que a Jamenei le resulte más difícil mantener a raya a la oposición política. Rumsfeld, al referirse a la victoria electoral de Ahmadineyad, observó: “creo que, con el tiempo, tanto él como los que le dirigen les parecerán inaceptables a los jóvenes y a las mujeres”. Pero no todos en la Administración norteamericana están tan seguros. En una entrevista concedida al Wall Street Journal, publicada el 29 de junio, Rice explicó que, mientras tanto, la Casa Blanca tiene poca fe en la posibilidad de que en Irán se adopte alguna medida de carácter interno que vaya a alterar el statu quo. “Actualmente, en Irán no hay mucha voluntad de enfrentarse al régimen”, precisó.

Dificultades en torno a las negociaciones nucleares
Los europeos seguirán dialogando con Teherán sobre la cuestión nuclear, pero el dramático giro de Irán hacia la derecha se traducirá en problemas para las ya tensas negociaciones nucleares. Con Ahmadineyad como nuevo presidente, Irán adoptará una postura mucho más agresiva respecto a su ambición de poseer tecnología de enriquecimiento de uranio, y los diplomáticos europeos ya han empezado a temer que resulte extremadamente difícil llegar a un acuerdo permanente. El destino de las negociaciones se ha vuelto aun más incierto tras los indicios de que Hassan Rowhani, que durante 21 meses estuvo al frente de las negociaciones de Irán con la Unión Europea, ha presentado su dimisión. Rowhani y su equipo negociador, integrado principalmente por conservadores pragmáticos, son aliados de Rafsanjani, el candidato presidencial derrotado.

Ahmadineyad ha adoptado un tono inflexible respecto a los planes iraníes de enriquecimiento de uranio para desarrollar energía con fines pacíficos. En su primera conferencia de prensa el 26 de junio (el primer acontecimiento de alto nivel en muchos años que no se ha traducido al inglés), el presidente electo se refirió al programa nuclear de su nación como “un derecho absoluto para Irán y para todos los iraníes”. Aseguró que Irán necesitaba la tecnología y que “lucharemos por conseguirla”. También dijo a los europeos que debían “bajar de sus torres de marfil”.

El centro de los esfuerzos diplomáticos es un frágil acuerdo que Irán alcanzó con el denominado “EU3” (el Reino Unido, Francia y Alemania) en noviembre de 2004, por el que Teherán accedió a suspender temporalmente las actividades relacionadas con el enriquecimiento de uranio. El objetivo del UE3 y de EEUU es prolongar la suspensión de las actividades de enriquecimiento de Irán, hasta que se convierta en permanente, concediendo, mientras tanto, incentivos comerciales, políticos, económicos y de seguridad. Los iraníes, por el contrario, insisten en que la suspensión sólo es temporal. En efecto, un sentimiento generalizado de orgullo nacional, que impulsa a iraníes de toda condición social a defender el derecho de su país a desarrollar energía nuclear, complica cualquier tentativa de persuadir a los líderes iraníes de que renuncien a determinadas partes de su programa nuclear. En cualquier caso, los europeos han prometido que respaldarán a EEUU en el caso de que las negociaciones fracasen y de que se lleve el caso de Irán ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

En virtud del Tratado de No-Proliferación Nuclear (TNP), del que Irán es miembro, el país tiene el derecho legal de desarrollar energía nuclear con fines pacíficos. Sin embargo, la opinión generalizada sostiene que Irán está utilizando su programa civil de energía nuclear como excusa para desarrollar armas nucleares, sirviéndose de lagunas jurídicas que permiten el enriquecimiento de uranio con fines pacíficos. EEUU cree que Irán pretende enriquecer uranio, no a una escala suficiente para generar energía, sino al nivel necesario para fabricar armas nucleares.

La preocupación en torno a Irán aumentó después de que la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA) descubriera que Teherán había estado llevando a cabo actividades nucleares secretas durante más de dos décadas, incumpliendo con ello las obligaciones a que está sujeta en virtud del TNP. Irán también admitió que había adquirido equipo nuclear en el mercado negro, lo cual resultaba especialmente polémico, porque Irán había asegurado anteriormente a la AIEA que no había recibido ningún componente nuclear de fuentes extranjeras. El reconocimiento se produjo después de que Abdul Qadeer Khan, el principal científico nuclear de Pakistán, confesara que había vendido secretos nucleares a Irán, Libia y Corea del Norte. Los inspectores de la AIEA descubrieron posteriormente que los componentes nucleares iraníes coincidían con los planos del equipo encontrado en Libia, suministrado por la red clandestina paquistaní.

Mientras tanto, el 16 de junio la AIEA también reveló que Irán había reconocido llevar a cabo experimentos a pequeña escala para crear plutonio –uno de los elementos empleados en la construcción de armas nucleares– durante cinco años más allá de la fecha en que, según había insistido previamente, se había puesto fin a dichas actividades. Irán lo admitió después de tener que afrontar el resultado de las pruebas de laboratorio realizadas en muestras recogidas en un emplazamiento nuclear iraní. Teherán ha tenido que corregir en repetidas ocasiones el balance de sus actividades en vista de las nuevas pruebas aportadas por inspectores de la Agencia. Como resultado de su historial de ocultaciones, EEUU y la Unión Europea están presionando a Irán para que abandone su programa de enriquecimiento a cambio de incentivos económicos, o de lo contrario deberá hacer frente a la posibilidad de ser sancionado.

En marzo de 2005, en un pequeño pero significativo gesto conciliador, EEUU finalmente dejó de oponerse a que Irán se convirtiera en miembro de la Organización Mundial del Comercio (OMC) como recompensa al pacto de Teherán de seguir manteniendo en suspenso sus actividades nucleares. La Casa Blanca anunció el cambio de política después de que el UE3 advirtiera de que sus negociaciones con Irán fracasarían salvo que EEUU se uniera a Europa en una posición negociadora común.

Sin embargo, en una acción orientada a fortalecer la mano de Teherán en las negociaciones con la Unión Europea, una facción parlamentaria alineada con Ahmadineyad aprobó una ley el 15 de mayo que instaba al Gobierno a reanudar el enriquecimiento de uranio, pese al acuerdo negociado en noviembre de 2004. La medida, que fue aprobada por 188 de los 205 diputados, establece que el Gobierno debe adquirir tecnología con fines pacíficos con arreglo al marco del TNP y del derecho internacional.

En una reunión celebrada el 25 de mayo en Ginebra, el UE3 evitó una crisis diplomática al persuadir a Irán que mantuviera la suspensión de sus actividades nucleares hasta la siguiente ronda de negociaciones, prevista para finales de julio, cuando los europeos estarán obligados a presentarle una oferta detallada paso a paso sobre cómo avanzar hacia un acuerdo que defina la forma futura del programa nuclear iraní. Sin embargo, los objetivos últimos de Irán y del UE3 siguen siendo muy dispares, y son pocos los que esperan que el UE3 pueda satisfacer las demandas de Irán de reanudar el enriquecimiento de uranio.

En efecto, puede que al UE3 le resulte difícil cumplir algunos de los incentivos más ambiciosos que ha debatido con Irán, incluyendo el suministro de reactores nucleares. Europa no está autorizada a vender reactores nucleares a Irán sin la aprobación de EEUU, puesto que contienen tecnología americana que no se puede transferir a Irán en virtud de la legislación estadounidense en materia de sanciones. Además, a la Administración norteamericana le preocupa que la UE3 esté dispuesta a ceder en última instancia mucho más de lo ofrece en la actualidad, pues los europeos no pueden permitirse dar la impresión de que han fracasado. En concreto, temen que el UE3 permita a los iraníes reanudar su producción de gas de hexafluoruro de uranio, que constituye un paso inicial en el ciclo del combustible nuclear. Sin embargo, es casi seguro que la Casa Blanca, a la que los demócratas de la oposición han acusado de “subcontratar” su diplomacia iraní al UE3, rechazaría cualquiera de estas concesiones, tomando la iniciativa diplomática y apartándola del UE-3.

Por ahora, la Casa Blanca ha dejado claro que no tiene ninguna intención de ofrecer más incentivos a Irán. En su declaración ante el Senado del 15 de mayo, Burns afirmó: “no hay ninguna razón para creer que si ahora Estados Unidos realizara una oferta de incentivos adicionales, las cosas cambiarían”. Por otra parte, el 29 de junio Bush firmó una orden ejecutiva que amenaza con imponer severas sanciones financieras a cualquier empresa extranjera que haga negocios con la Organización de la Energía Atómica Iraní (OEAI), la agencia gubernamental a cargo del Programa de Energía Nuclear Civil iraní. La disposición concede al Departamento del Tesoro de EEUU nuevos poderes para congelar activos y bloquear transacciones con EEUU iniciadas por empresas extranjeras que se considere que hayan apoyado a la OEAI.

Esta enérgica medida, orientada a restringir la totalidad de la industria nuclear iraní, podría haber sido diseñada para darle a EEUU una mayor capacidad de influencia sobre China y Rusia –que han prestado ayuda a la OEAI–, en el caso de que la cuestión de Irán sea llevada ante el Consejo de Seguridad de la ONU. Rusia ha firmado un contrato con la OEAI por valor de 1.000 millones de dólares para construir una planta de energía nuclear en Bushehr, en el sur de Irán, y China ha colaborado con la OEAI en la explotación de los depósitos de uranio iraníes. En octubre de 2004, China también firmó con Teherán un acuerdo energético por valor de 100.000 millones de dólares, que le garantiza 150.000 barriles de petróleo al día a precio de mercado durante 25 años, así como 250 millones de toneladas de gas líquido natural durante 30 años.

Estos vínculos complicarán los esfuerzos americanos por aislar a Irán en la ONU. En efecto, es posible que Teherán actúe confiando en que tendrá la protección de un veto chino a cualquier sanción impuesta por el Consejo de Seguridad de la ONU. China ya ha amenazado con bloquear cualquier tentativa de imponer restricciones a Teherán y ha expresado su deseo de que la cuestión sobre el programa nuclear iraní se resuelva “en el marco de los auspicios de la AIEA”. Ello ha llevado a algunos analistas a creer que, en realidad, Irán tiene más influencia que el UE3 y que es más probable que la dinámica de las negociaciones modifique el comportamiento europeo antes que el iraní. En un ensayo titulado Making Iran Play Ball, Dennis Ross, el coordinador especial de Oriente Medio durante la presidencia de Bill Clinton, afirma: “parece que los iraníes creen que pueden seguir avanzando gradualmente hacia el desarrollo de material físil de forma abierta o clandestina y sin incurrir en ningún coste real; la historia reciente sugiere que tienen razón”.

En cualquier caso, Israel tiene un incentivo existencial para asegurarse de que Irán sigue ocupando una posición prioritaria en la agenda internacional. El 27 de junio, el ministro de Asuntos Exteriores israelí, Silvan Shalom, instó al Consejo de Seguridad de la ONU a que refrenara las ambiciones nucleares iraníes: “la comunidad internacional, enfrentada a la amenaza nuclear iraní, debe formular, ahora más que nunca, una política uniforme y firme con respecto a Irán”, observó. Y los partidarios de Israel están ejerciendo presión sobre la Administración en Washington para evitar un triunfo nuclear iraní. Así, por ejemplo, el Comité Americano Israelí de Acción Política (AIPAC, en sus siglas en inglés), el lobby de política exterior con mayor influencia de EEUU, mostró a senadores y congresistas los políticos más influyentes de Washington DC, celebrada del 22 al 24 de mayo, invitó a senadores y congresistas a una presentación interactiva “distópica” sobre el programa nuclear iraní. La penúltima sala preguntaba: “¿cuándo conseguirá Irán la bomba?”.

Por consiguiente, esto plantea al mundo un importante dilema: ¿derivará un impasse diplomático con Irán en una intervención militar estadounidense?

Conclusión: La victoria electoral de Ahmadineyad consolida el poder de algunas de las facciones antioccidentales más radicales de Irán, cerrando la brecha entre el clero fundamentalista chií y un Gobierno que había intentado fomentar el diálogo con Europa y EEUU. La elección de Ahmadineyad también reforzará la voz de los que se oponen a un acuerdo que haría que Irán renunciara a su derecho a desarrollar un ciclo de combustible nuclear. Si bien el nuevo presidente querrá evitar que se desencadene una intervención estadounidense en los asuntos internos de Teherán, la arriesgada política iraní sobre la cuestión nuclear llevará al endurecimiento de las posiciones de todos los implicados, lo que aumentará el riesgo de un enfrentamiento militar con EEUU.

Soeren Kern
Investigador Principal, Área de EEUU y Diálogo Transatlántico, Real Instituto Elcano

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